El paraíso es la infancia

El paraíso es la infancia

¿Quién no ha escuchado decir en alguna ocasión que “el Paraíso es la infancia”? Supongo que a medida que nos adentramos en la vida adulta, empezamos a recordar con cierta nostalgia ese tiempo feliz que fue la niñez: un mundo, por lo general, sin grandes responsabilidades, todavía inocente, definido por el juego y el afecto de nuestra familia, profesores y amigos. Un especialista tan reconocido, como el catedrático de Harvard, el profesor George Vaillant, exdirector del Grant Study, subraya que la principal clave de la felicidad se encuentra en el apego y en la seguridad que conocimos de niños, como ya expliqué en este otro post.

En la infancia generamos reservas de felicidad, que empleamos a lo largo de toda nuestra vida, sobre todo en los momentos de dificultad. Por eso, resulta tan importante reforzar en esta etapa de la vida de nuestros hijos el componente emocional: que se sientan seguros y libres, que jueguen y disfruten, que aprendan a asumir riesgos dentro de unos límites, que puedan jugar en la naturaleza, en los parques y plazas, con sus hermanos, primos y amigos, que exploren la creatividad, que aprendan a disfrutar de la lectura en voz alta junto a la familia, que viajen y pinten y se ensucien y aprendan a manejar las diferencias con sus amigos y, sobre todo, no pierdan la ilusión ni la magia de la vida.

No sé vosotros, pero para mí este componente emocional resulta clave. Cuando recuerdo mi niñez, pienso sobre todo en las horas que compartía con mis hermanos inventándonos obras de teatro o jugando al fuerte de playmóbil, o cuando íbamos toda la familia junta a pasar unos días en la playa cada verano. Me gusta recordar esta felicidad y a mí me sirve para soportar los momentos malos y también para intentar educar mejor a mis hijos.

Incluso si pienso en la escuela, me doy cuenta de que los mejores profesores que he tenido no son aquellos que intelectualmente podían ser más potentes, sino aquellos que te valoraban y te trataban como una persona importante para ellos. Es decir que, una vez más, lo emocional ganaría a lo intelectual.

La teoría del apego seguro la desarrolló una psicoanalista inglés, John Bowlby, a mediados del siglo pasado. A grandes rasgos, su hipótesis subraya la importancia de establecer vínculos emocionales seguros para facilitar un correcto desarrollo de la personalidad. Desde que Bolwby enunció esta teoría, varios estudios han venido a confirmar su validez.

Aunque el apego seguro no equivale exactamente a una infancia feliz, ni mucho menos, para mí se encuentran muy relacionados. Básicamente somos felices cuando sabemos y sentimos que nos quieren, nos aceptan y nos motivan a ser nosotros y a desarrollar nuestras potencialidades. Estas reservas de felicidad constituyen nuestros anticuerpos. Y nuestro bienestar depende en gran medida de ellas.

Y vosotros, ¿cómo recordáis vuestra niñez? ¿Qué valor tiene ahora para vosotros?