El mejor maestro

El mejor maestro

¿Qué caracteriza a una buena escuela? Las respuestas podrían ser muchas, aunque todas convergen en un punto: los buenos estándares de calidad. Un colegio con una ratio aceptable de alumno/profesor, por ejemplo, que cuente con instalaciones y equipamientos modernos, que disfrute de un buen entorno académico y de importancia a los idiomas, a la investigación o al trabajo cooperativo, etc. Por supuesto, todo esto constituyen factores clave, pero si tuviera que ofrecer una sola respuesta creo que nos podríamos atrever a ofrecer la siguiente: una buena escuela es aquella que cuenta con grandes maestros.

Se sabe por ejemplo que los mejores sistemas educativos, como el finlandés, se caracterizan por su excelente formación del profesorado. En Finlandia, se promueve la iniciativa de los maestros y se confía en su capacidad de liderazgo. Bill Gates, a través de su Fundación, por otra parte, ha intentado analizar qué elementos caracterizan a los profesores excelentes, sin lograr resultados del todo concluyentes.

Un buen profesor debe ser un buen comunicador y al mismo tiempo conocer bien la materia que imparte, pero también debe saber incentivar la iniciativa del alumno y resolver los conflictos que puedan ir surgiendo en el aula.

Como ejemplo paradigmático de la importancia de un buen maestra me ha interesado conocer la historia de Nancie Atwell, ganadora del Global Teacher Prize, tal vez el galardón más prestigioso de la profesión.

Atwell se ha especializado en la enseñanza de la lengua y, sobre todo, en la difusión de la literatura. Hay algo especialmente sabio en esta decisión. La lectura dota de sustancia al pensamiento, la matiza de un modo ejemplar. Un alumno acostumbrado a leer comprenderá mejor los problemas de matemáticas, por ejemplo, o será capaz de relacionar conceptos en apariencia lejanos. La literatura introduce en nuestra inteligencia el uso de las metáforas, las analogías o la paráfrasis. La lectura además incita a la curiosidad y se ha dicho, con razón, que ésta última es la madre de todas las ciencias.

Nancie Atwell que enseña en los cursos superiores de primaria ha utilizado una técnica de fomento de la lectura que me parece muy interesante. En lugar de exigir a los niños que lean unos títulos determinados, sólo les ha pedido que lean mucho –hasta 40 libros por curso-, ya sean cómics, biografías, libros de mecánica o de naturaleza, novelas o poemas. La clave reside en confiar en los niños al mismo tiempo que el grupo realiza un uso intensivo de la biblioteca de aula. Una amplia selección de títulos, variados y de calidad, resulta indispensable. Después la profesora sabrá utilizar una potente variedad de recursos a la hora de sacar el máximo rendimientos de esas horas.

Los niños leerán en voz alta y comentarán lo que les ha parecido el libro, plantean dudas y aprenden a preguntar ( y a responder), utilizan el diccionario y buscan bibliografía paralela que les permita ilustrar lo que se lee.

En cierto modo, lo que Atwell ha propuesto es un back to basics o regreso a los fundamentales: la base del conocimiento es la literatura que te aporta una infinidad de herramientas, además de estimular la curiosidad. Su ejemplo nos recuerda que deberíamos convertir nuestros colegios (y también nuestras familias) en pequeños laboratorios del saber, donde la lectura juegue un papel fundamental.