Tienes un montón de juguetes y nunca juegas a nada; estás todo el día aburrido, son frases que se suelen escuchar en la mayoría de los hogares. Hoy en día muchos niños se aburren y no saben gestionar su tiempo libre en gran medida por el exceso de juguetes de los que disponen. Abren un cajón y es tanto con lo que se encuentran que no saben por donde empezar.
Estamos metidos en una sociedad del consumo donde los padres muchas veces no sabemos poner límites. Hace pocos días entre en una juguetería; por un momento me paré y me dediqué a observar a la gente que allí estaba. Iban almacenando cajas y cajas, corrían de un lado para otro con una lista interminable y pensé que la tienda en cuestión de segundos iba a ser desvalijada. Tuve que salir de allí.
En mi opinión, creo que hoy en día hay un exceso de juguetes. Muchas veces los niños consiguen las cosas sin esfuerzo y porque sí, ya que por cualquier motivo les compramos un detalle y todo suma.
Este año, antes de escribir la carta, mis hijos miraron un montón de catálogos y casi todas las hojas estaban marcadas con una cruz porque es que todo les gustaba. Está claro que si les das a elegir es difícil resistirse, pero yo he podido comprobar que muchas veces piden por pedir, que una vez que los tienen juegan un par de días y luego se aburren.
A la hora de escribir la carta hay que dialogar con ellos y asesorarles sobre que tipo de juegos pueden resultarles más útiles. Si nos juntamos con demasiadas cosas de la casa de aquí y de allá, es mejor dosificarlos que no darlos todos de una vez.
A los niños les encanta jugar con la imaginación, que de pronto el sofá se convierta en un barco, la alfombra en un movido mar repleto de tiburones donde tienen que sobrevivir a una tormenta que acaba de comenzar mientras agitan una toalla a modo de vela.
¿Qué quiero decir con esto? Que juguetes tienen que tener, pero no les atiborremos y compremos como si no hubiera un mañana porque luego ni ellos mismo sabrán como gestionar el tiempo ni todo lo que tienen.
¿Qué es lo que más les gusta? Estar con vosotros, que os impliquéis en sus juegos e historias. Cuantas veces nos dicen: ¿Mamá, papá, juegas conmigo? Ahora no puedo, juega tu, empieza que ahora voy yo… pero luego nunca vas o te lías con otras cosas.
El otro día, la pila de tareas que tenía que hacer en casa era interminable y mi hijo pequeño me reclamaba todo el rato. De pronto solté todo y le dije vamos a montar una historia, cogimos un par de cosas y convertimos el salón en un lugar de aventuras donde los dos nos reímos, nos abrazamos, nos escondimos, en fin dejamos volar la imaginación y si os puedo asegurar que él disfruto no os podéis imaginar cómo lo hice yo. Cuando yo aún no tenía hijos, siempre admiré a una mamá y a la imaginación que reinaba en su casa, como organizaba guateques, fiestas de disfraces con sus hijas y como con 4 trapos que recogía de aquí y de allá montaba el mejor de los disfraces.
Volvamos a dejar volar la imaginación e inventemos junto a los peques el mejor de los juegos; ese que es único porque surgió de la espontaneidad y con lo primero que pillamos ¡disfrutaréis tanto!
Que la falta de tiempo no sea un problema que nos impida disfrutar del juego -en esta edad tan bonita que son pequeños y lo viven todo con tanta intensidad-. Cualquier cosa que hagas con ellos, por pequeña que sea, lo agradecen un montón, porque tu has sido partícipe de algo que para ellos resulta lo más de los más –el juego- y si es contigo ya no digamos.
Mi consejo: experimenta con pequeñas cosas cotidianas y sácale partido a cualquier situación.